HISTORIA DE LA MAGIA
Lo misterioso es lo más bello que podemos experimentar. Es la emoción fundamental que yace en la cuna de todo verdadero arte y toda verdadera ciencia. Cualquiera que no lo conozca y que ya no pueda sorprenderse o maravillarse más, está más bien muerto y sus ojos están cerrados." Contrariamente a lo que podría creerse, la frase no corresponde a un mago, sino a un hombre de ciencia: Albert Einstein. La exposición que se lleva a cabo en el Museo de Arte Decorativo, "La Magia, 400 años de ilusión", está dedicada a todos aquellos que aún conservan intacta su capacidad de deslumbramiento y que pueden disfrutar, por lo tanto, de la historia de la magia narrada a través de los objetos que se exhiben. Se trata, fundamentalmente, de carteles antiguos, libros, documentos sobre la actividad de los magos en la Argentina y en el mundo, juguetes, vestuario y diversas pertenencias de un gran ilusionista de la época de gloria de la magia, Fu Manchú. La exposición se completa con una sala destinada a la exhibición de una réplica de la celda en la que Harry Houdini (su nombre significa “a la manera de Houdin” y es un homenaje al mago francés), el más grande escapista de todos los tiempos, presentaba "La tortura china del agua", un número realizado por primera vez en 1912. La réplica fue realizada para el musical Houdini que se presentó en Buenos Aires en el 2005. En otra sala puede verse el baúl dentro del cual Pipo Mancera, un amante de la magia, el 5 de diciembre de 1971, se arrojó al Río de la Plata encadenado y emergió elegantemente vestido de smoking emulando las hazañas de Houdini. La exposición se completa con los videos "Las estrellas y la magia" en los que pueden verse entre otros, a George Melies, Orson Wells, Pepe Biondi, Buster Keaton y al propio Houdini y con números de magia los fines de semana y los feriados.
Los objetos pertenecen a la Colección Martín Pacheco, el mayor coleccionista de magia de América Latina y uno de los mayores del mundo. Su colección posee alrededor de 3.500 piezas. Es, además, mago aficionado y miembro de la International Brotherhood of Magicians. Además, es uno de los propietarios y fundadores de Bazar de Magia, que produce objetos para magos y los vende a todo el mundo. Jorge Giovaneli y Carlos Vertanessian son los responsables de la idea y la realización de la muestra. "Se trata de una muestra de cartelería única –dice Giovaneli – organizada con un criterio museológico, no circense o del espectáculo, que además de recorrer la historia de la magia apunta a mostrar cuáles fueron los elementos que utilizaron los magos para difundir su arte."
El libro que fue a la hoguera. Antes de que la magia se convirtiera en un espectáculo de escenario fue una actividad de artistas callejeros que muchas veces no obtuvieron el premio del aplauso del público sino la condena a la hoguera por parte de la Inquisición. Mientras hoy se la entiende como un arte que se basa en trucos, en la Edad Media los inquisidores la consideraban como el producto de un trato con el Diablo.
Tan frecuentes eran las condenas a los magos que un juez trató de impedirlas mediante la publicación de un libro. "Una parte importante de mi colección es la biblioteca de magia especializada en español, una de las más importantes que hay en el mundo –afirma Pacheco–. Tiene piezas rarísimas, no sólo los primeros libros de magia editados en español, sino también el primer libro editado en inglés, de 1584, que está exhibido en la exposición. No fue escrito por un mago, sino por un juez de Inglaterra, Reginald Scot, para evitar que los magos fueran llevados a la hoguera. El texto revela algunos trucos para demostrar que los magos no eran brujos, pero no tuvo mucho éxito. El rey de Escocia, James VI, mandó a quemar la edición. Sobrevivieron unos escasos cincuenta ejemplares, de las cuales unos pocos están en manos privadas, los demás están en bibliotecas públicas del mundo, como la de Washington y dado que hay muy pocos ejemplares, no están disponibles para la consulta del público, sino solamente de los investigadores. El que se expone es el único ejemplar que existe en Latinoamérica."
Buenos Aires fue visitada por diversos magos desde los tiempos de la colonia, las guerras por la Independencia y la Organización Nacional. "En 1859, a dos años de la inauguración del antiguo Teatro Colón –dice Vertanessian– se presentó allí el famoso mago alemán Carl Herrmann. Entre sus espectadores estuvieron el cacique Catriel y Justo José de Urquiza". Quien popularizó la imagen del mago que saca un conejo de la galera fue el sucesor de Carl, Herrmann el Grande, creador del truco más popular.
La época de oro de la magia se dio entre fines del siglo XIX y principios del XX cuando, además de los Hermann, surgieron figuras como Thurston, Harry Kellar, David Devant y Maskelyne.
eplAD("468x280");
El mago que evitó una sublevación. El francés Robert Houdin es considerado el padre de la magia moderna. La imagen que se tiene hoy en día de los magos proviene de él, que fue el encargado de simplificar la puesta en escena. Nacido en Francia en 1805 e hijo de un relojero, fue un apasionado de los autómatas y recurrió a todos los adelantos científicos y técnicos de su época para construirlos. Su fama fue tal que el gobierno francés lo contrató para desalentar a los aborígenes de las colonias argelinas que, instigados por sus hechiceros ("marabouts"), querían sublevarse. Houdin fue el encargado de convencerlos de que tenía más poderes que ellos. "El ‘brujo francés’ –cuenta Vertanessian– se presentó en una sesión de magia ante las principales tribus de Argelia y pidió que el hombre más forzudo de la platea levantara el cofre que estaba sobre el escenario, lo que el espectador hizo sin problema. Luego Houdin hizo unos pases mágicos y le dijo que lo había despojado de su fuerza. El hombre intentó nuevamente levantar el cofre, pero ya no pudo hacerlo. Además, se lo vio temblar hasta que pudo soltarlo y huir despavorido. En el fondo del cofre había una plancha de hierro y debajo del escenario un poderoso electroimán que, una vez conectada la corriente, hacía que el cofre se pegara al piso. El efecto terrorífico se completó con una descarga eléctrica." La magia de los brujos franceses resultó políticamente más eficiente que la de los brujos argelinos.
Los carteles, la magia y Fu Manchú. "En sus comienzos –cuenta Pacheco– los carteles de los magos eran diseñados por artistas, por grandes ilustradores. El padre del cartel moderno es un francés, ilustrador, llamado Jules Chèrét (1833-1936) que inspiró a artistas famosos como Toulouse Lautrec. En ellos el contenido compite con el arte de quien los diseñó, por lo que tienen más de un valor". Los carteles de Chèrét, a quien se considera el creador de la litografía en color, revolucionaron la publicidad en la vía pública y hoy pueden verse en diferentes museos del mundo. En la exposición del Museo de Arte Decorativo pueden apreciarse cuatro de gran valor histórico ya que están hechos en tres colores, verde, rojo y negro, de acuerdo a las posibilidades de la época.
Los carteles recorren toda la magia internacional y hacen foco en la magia en el mundo hispano. Algunos reflejan la presencia de los magos en la Argentina. "Muchos de ellos son muy impactantes –dice Pacheco–, tienen calaveras, cabezas cortadas. Hay que pensar que no había televisión y el cartel tenía que comunicar rápido y con eficiencia. Un mago bajaba del barco y tenía que hacer de inmediato una función."
En la Argentina, curiosamente, el padre de la magia fue un mago inglés: Fu Manchú. Eligió para debutar y para morir la Argentina y trabajó toda su vida en países de habla hispana. En nuestro país generó una gran cultura mágica. Está considerado como uno de los mejores magos de todo el mundo y perteneció a una dinastía de magos de siete generaciones que se llamó "Los Bamberg". "En el momento de la eclosión de la magia escénica –asegura Pacheco–, Fu Manchú era tan bueno que podría haber triunfado en todos lados. Pero debutó en la Argentina en 1929 y descubrió que su inglés-español resultaba muy gracioso. Así se adueñó de la plaza hispoanohablante. Durante cuarenta años fue el artista que más teatros llenó. Es difícil encontrar en la historia argentina un artista que haya convocado tanta gente. Fu Manchú hizo temporadas de seiscientos shows en teatros como el Avenida. Hasta ese momento los espectáculos de magia eran más bien musicales, porque de esa manera se salvaban las dificultades del idioma. Fu Manchú le incorporó la comedia y eso fue revolucionario porque la gente no sólo se asombraba de los trucos, sino que también se reía."
Quienes quieran ver la exposición tienen tiempo de hacerlo hasta el 6 de agosto. Después, todos los objetos expuestos desaparecerán. Como por arte de magia.
Los objetos pertenecen a la Colección Martín Pacheco, el mayor coleccionista de magia de América Latina y uno de los mayores del mundo. Su colección posee alrededor de 3.500 piezas. Es, además, mago aficionado y miembro de la International Brotherhood of Magicians. Además, es uno de los propietarios y fundadores de Bazar de Magia, que produce objetos para magos y los vende a todo el mundo. Jorge Giovaneli y Carlos Vertanessian son los responsables de la idea y la realización de la muestra. "Se trata de una muestra de cartelería única –dice Giovaneli – organizada con un criterio museológico, no circense o del espectáculo, que además de recorrer la historia de la magia apunta a mostrar cuáles fueron los elementos que utilizaron los magos para difundir su arte."
El libro que fue a la hoguera. Antes de que la magia se convirtiera en un espectáculo de escenario fue una actividad de artistas callejeros que muchas veces no obtuvieron el premio del aplauso del público sino la condena a la hoguera por parte de la Inquisición. Mientras hoy se la entiende como un arte que se basa en trucos, en la Edad Media los inquisidores la consideraban como el producto de un trato con el Diablo.
Tan frecuentes eran las condenas a los magos que un juez trató de impedirlas mediante la publicación de un libro. "Una parte importante de mi colección es la biblioteca de magia especializada en español, una de las más importantes que hay en el mundo –afirma Pacheco–. Tiene piezas rarísimas, no sólo los primeros libros de magia editados en español, sino también el primer libro editado en inglés, de 1584, que está exhibido en la exposición. No fue escrito por un mago, sino por un juez de Inglaterra, Reginald Scot, para evitar que los magos fueran llevados a la hoguera. El texto revela algunos trucos para demostrar que los magos no eran brujos, pero no tuvo mucho éxito. El rey de Escocia, James VI, mandó a quemar la edición. Sobrevivieron unos escasos cincuenta ejemplares, de las cuales unos pocos están en manos privadas, los demás están en bibliotecas públicas del mundo, como la de Washington y dado que hay muy pocos ejemplares, no están disponibles para la consulta del público, sino solamente de los investigadores. El que se expone es el único ejemplar que existe en Latinoamérica."
Buenos Aires fue visitada por diversos magos desde los tiempos de la colonia, las guerras por la Independencia y la Organización Nacional. "En 1859, a dos años de la inauguración del antiguo Teatro Colón –dice Vertanessian– se presentó allí el famoso mago alemán Carl Herrmann. Entre sus espectadores estuvieron el cacique Catriel y Justo José de Urquiza". Quien popularizó la imagen del mago que saca un conejo de la galera fue el sucesor de Carl, Herrmann el Grande, creador del truco más popular.
La época de oro de la magia se dio entre fines del siglo XIX y principios del XX cuando, además de los Hermann, surgieron figuras como Thurston, Harry Kellar, David Devant y Maskelyne.
eplAD("468x280");
El mago que evitó una sublevación. El francés Robert Houdin es considerado el padre de la magia moderna. La imagen que se tiene hoy en día de los magos proviene de él, que fue el encargado de simplificar la puesta en escena. Nacido en Francia en 1805 e hijo de un relojero, fue un apasionado de los autómatas y recurrió a todos los adelantos científicos y técnicos de su época para construirlos. Su fama fue tal que el gobierno francés lo contrató para desalentar a los aborígenes de las colonias argelinas que, instigados por sus hechiceros ("marabouts"), querían sublevarse. Houdin fue el encargado de convencerlos de que tenía más poderes que ellos. "El ‘brujo francés’ –cuenta Vertanessian– se presentó en una sesión de magia ante las principales tribus de Argelia y pidió que el hombre más forzudo de la platea levantara el cofre que estaba sobre el escenario, lo que el espectador hizo sin problema. Luego Houdin hizo unos pases mágicos y le dijo que lo había despojado de su fuerza. El hombre intentó nuevamente levantar el cofre, pero ya no pudo hacerlo. Además, se lo vio temblar hasta que pudo soltarlo y huir despavorido. En el fondo del cofre había una plancha de hierro y debajo del escenario un poderoso electroimán que, una vez conectada la corriente, hacía que el cofre se pegara al piso. El efecto terrorífico se completó con una descarga eléctrica." La magia de los brujos franceses resultó políticamente más eficiente que la de los brujos argelinos.
Los carteles, la magia y Fu Manchú. "En sus comienzos –cuenta Pacheco– los carteles de los magos eran diseñados por artistas, por grandes ilustradores. El padre del cartel moderno es un francés, ilustrador, llamado Jules Chèrét (1833-1936) que inspiró a artistas famosos como Toulouse Lautrec. En ellos el contenido compite con el arte de quien los diseñó, por lo que tienen más de un valor". Los carteles de Chèrét, a quien se considera el creador de la litografía en color, revolucionaron la publicidad en la vía pública y hoy pueden verse en diferentes museos del mundo. En la exposición del Museo de Arte Decorativo pueden apreciarse cuatro de gran valor histórico ya que están hechos en tres colores, verde, rojo y negro, de acuerdo a las posibilidades de la época.
Los carteles recorren toda la magia internacional y hacen foco en la magia en el mundo hispano. Algunos reflejan la presencia de los magos en la Argentina. "Muchos de ellos son muy impactantes –dice Pacheco–, tienen calaveras, cabezas cortadas. Hay que pensar que no había televisión y el cartel tenía que comunicar rápido y con eficiencia. Un mago bajaba del barco y tenía que hacer de inmediato una función."
En la Argentina, curiosamente, el padre de la magia fue un mago inglés: Fu Manchú. Eligió para debutar y para morir la Argentina y trabajó toda su vida en países de habla hispana. En nuestro país generó una gran cultura mágica. Está considerado como uno de los mejores magos de todo el mundo y perteneció a una dinastía de magos de siete generaciones que se llamó "Los Bamberg". "En el momento de la eclosión de la magia escénica –asegura Pacheco–, Fu Manchú era tan bueno que podría haber triunfado en todos lados. Pero debutó en la Argentina en 1929 y descubrió que su inglés-español resultaba muy gracioso. Así se adueñó de la plaza hispoanohablante. Durante cuarenta años fue el artista que más teatros llenó. Es difícil encontrar en la historia argentina un artista que haya convocado tanta gente. Fu Manchú hizo temporadas de seiscientos shows en teatros como el Avenida. Hasta ese momento los espectáculos de magia eran más bien musicales, porque de esa manera se salvaban las dificultades del idioma. Fu Manchú le incorporó la comedia y eso fue revolucionario porque la gente no sólo se asombraba de los trucos, sino que también se reía."
Quienes quieran ver la exposición tienen tiempo de hacerlo hasta el 6 de agosto. Después, todos los objetos expuestos desaparecerán. Como por arte de magia.