miércoles, 3 de marzo de 2010

martes, 2 de marzo de 2010

LA SUERTE DEL PICK-POCKET

LA SUERTE DEL PICK-POCKET
RAMÓN MAYRATA

Tenía cierta habilidad con las cartas. Aunque era mago vulgar del montón. Se ganaba la vida haciendo demostraciones en pequeños club nocturnos, donde los aficionados al juego gustaban de sus habilidades. Pero un accidente pulverizó los huesos de sus manos y desde entonces se quedó sin trabajo. Sus reservas se habían agotado. Le quedaban dos dólares en el bolsillo y apuraba la que imaginaba su última copa durante mucho tiempo, en la barra de su bar preferido.
Le sorprendió que aquel joven bien vestido le dirigiera la palabra. Incluso le invitó a un par de tragos. Al poco charlaban animadamente. Cuando el joven se enteró de su profesión le confesó que siempre había deseado aprender algunos juegos de cartas. A pesar de su mano inutilizada aún podía enseñar sus secretos. El joven le prometió que le pagaría bien. Seguidamente se marchó en busca de su coche. Tardó un buen rato en desaparecer, pero al viejo mago no se le hizo larga la espera. El joven dejó un billete de diez dólares con los que financió unas cuantas copas más.
Al salir del bar, apenas se sostenía sobre las piernas. El joven le ofreció una petaca de whisky al tiempo que ponía en marcha el lujoso automóvil. A pesar de su ofuscación le sorprendió que se intrincara por los barrios extremos de la ciudad. Al fin se detuvo ante una casa miserable, parecida a la suya. ¿Era posible que aquel joven tan elegante viviera en aquel tugurio? El mago decidió evitar preguntas.
Ascendió con dificultad las escaleras. No había ascensor. En el rellano del cuarto piso dio un traspiés y estuvo a punto de rodar por los escalones, pero el joven le trabó entre sus brazos.
En cuanto entraron en la casa, el mago apuró las últimas gotas de whisky y se dejó caer en un sillón. Un segundo después roncaba a pierna suelta. El joven abrió la puerta de una habitación cercana, echó una ojeada a su interior y se marchó sin hacer ruido.
De nuevo en el coche, pensó que todo había resultado muy fácil. Llevaba varios meses dándole vueltas a cómo desembarazarse de su amante. Aquella chica estaba dispuesta a denunciarle ante su mujer, a menos que le tapara la boca con un buen fajo de billetes. ¿De dónde podía sacar el dinero? Su esposa se negaba a aumentarle su asignación. En cuanto vio a aquel vagabundo se le ocurrió el plan. Mientras le dejaba bebiendo una copa tras otra se introdujo en el piso y estranguló a la chica. Luego fue sencillo llevar allí al vagabundo, invitarle a unos cuantos tragos más y dejarle en el sillón de la sala durmiendo la mona. Al cabo de unos minutos regresaría a la casa la muchacha que compartía el piso con su amante y le encontraría allí, borracho. Y a ella, muerta. Ni la policía ni el juez albergarían duda alguna sobre el caso.
En cuanto escuchó la puerta de la calle, el mago se levantó del sillón. En la habitación contigua descubrió a una muchacha dormida. No merecía la pena quitarle la sortija, ni la pulsera. Eran dos baratijas sin valor. Había sido una suerte arrebatar a aquel muchacho la cartera en el rellano de la escalera, cuando fingió un traspiés. A pesar de su dolor, sus dedos habían actuado rápido, como en los viejos tiempos. El muchacho le caía bien. No tenía nada contra él. Por el contrario, había sido muy amable. De modo que separó cuidadosamente los billetes que contenía la cartera y la dejó sobre la mesa del salón, con el carnet de conducir y la interminable ristra de tarjetas de crédito. Después abandonó tranquilamente la casa.

lunes, 1 de marzo de 2010

MARIUS CAZENEUVE

LA GRAN AVENTURA
DE MARIUS CAZENEUVE

Han pasado varios años desde la memorable conferencia que diera Marius Cazenueve en la Sorbona de París. En 1886 llega a Madagascar. La isla está ocupada por los Havas, que sin duda llegaron de Malasia hacia el siglo XIV. El 9 de octubre, cazenueve llega a la capital, Tananarivo, que es una ciudad de 50.000 habitantes. Es recibido por el Residente General de Francia, el señor Myre de Vilers. Éste, cansado de ser burlado por el gobierno del país, está encolerizado de tal manera que quiere marcharse. Le explica la situación al mago:
La soberana de Madagascar es oficialmente Renabalo-Manjaka III. La reina es una simpática persona de veintitrés años, muy amada por su pueblo, pero sin ningún poder, puesto que ella estaba bajo la tutela del marido, que es un viejo carcamal. Éste no es de sangre real, por lo que lleva solamente el título de Primer Ministro, lo que no le impide protagonizar un pequeño detalle histórico bastante extraño y para nosotros podríamos decir chocante. Este señor se había casado también con las dos reinas anteriores de la isla. Vosotros pensad lo que queráis.
En Madagascar, en aquellos tiempos, Inglaterra oponía una violenta lucha de influencia a Francia. El primer ministro está de parte de los ingleses, cuyos intereses con admirablemente definidos por los sacerdotes metodistas establecidos en la isla.
Así pues, Cazeneuve ha llegado precisamente para intentar establecer el prestigio de Francia, dando representaciones mágicas. Piensa que podrá renovar el éxito que treinta años antes había logrado en Argelia Robert Houdin. Pero el Residente General de Francia es muy escéptico…
Cazeneuve no se descorazona por este ambiente desfavorable. El 10 de octubre logra invitar al Primer Ministro Rainilairivony a la Residencia francesa y le ofrece una sesión de prestidigitación… con todo su séquito asiste a los juegos sorprendentes del mago francés. Éste –como por encanto- hace aparecer una pizarra, virgen de toda escritura, en la que aparecen luego las siguientes palabras en caracteres malgaches: ``Tu país será salvado, si tú sólo aceptas como aliados a los representantes de Francia´´. Y no oculta decir que estos milagros no son debidos a la brujería, sino a la Ciencia, a la ciencia francesa… Después de esto, el primer Ministro se muestra muy afable junto con su séquito y se nota que sus relaciones con el señor Le Myre de Vilers son ahora menos frías.
Al día siguiente, un terrible incendio se declara en Tananarivo. Altas llamas se propagan en todo un barrio de la ciudad. Los nativos piensan que no pueden hacer nada para evitarlo y se conforman con mirar y huir. Es cierto que las casas están construidas de madera y por ese motivo es muy difícil evitar que ardan.
Desde lo alto de su palacio, la reina Ranavalo, inmóvil bajo un parasol rojo con borlas de oro, contempla el incendio.
Repentinamente, queda asombrada. ¿quién es? –pregunta a sus sirvientes-, ¿quién es ese pequeño diablo que pasa entre las llamas? Ese ``pequeño diablo´´ es Marius Cazeneuve, que armado con un hacha, se lanza con audacia a aminorar los efectos del desastre.
Y puede ser que poco más tarde, en su cámara real, la reina, descansando, sueñe con el pequeño diablo que corría entre las llamas…
Sea como sea, al día siguiente, Cazaneuve es invitado a palacio. Es recibido con todos los honores militares y la reina se entrevista con él durante media hora. Más tarde hace una sesión de juegos de magia y explica que sus juegos sólo son productos de una gran habilidad y que también lo son de sus conocimientos de algunas ciencias como las matemáticas, la química, la astronomía, la física, la medicina... Nombrar la medicina fue como si hubiera dicho una palabra que produjo unos efectos imprevistos. Se daba el caso que nuestro ``pequeño hombre´´, había hecho en su juventud, desde 1856 a 1858, estudios de medicina, los cuales le sirvieron para convertirse poco a poco en el médico particular de la reina. La enfermedad que ésta padecía era el tedio que el anciano marido le producía. Y así, lentamente, Cazeneuve, pasó de médico a amante. De más está decir que la influencia del pequeño francés sirvió enormemente a los intereses de Francia. Los sacerdotes metodistas, aunque pidieron y les fueron enviados, desde Inglaterra, manuales de prestidigitación, nada pudieron contra los enfrentamientos ``del brujo francés´´
Pero como toda ilusión es evanescente Cazeneuve, tuvo que retornar a Francia llevándose un fabuloso contrato para el gobierno francés. Mas la magia del poder es más fuerte que la de cualquier mago! Cazeneuve no consiguió cobrar nunca un solo franco de comisión por aquel fabuloso negocio.
¡Donde hay dinero de por medio, no hay ilusión que valga!