PINETTI UN MAGO DE LEYENDA
Después de su muerte inspiró una leyenda que habría dejado mudo a su tenaz adversario, el escritor Decrems. Cómo nació ésta no lo sabemos. El Evening News de Londres publicó a principio de siglo de forma muy seria una singular historia titulado:
UN MARAVILLOSO MAGO
CUYAS HAZAÑAS ENGAÑARON
A UN EMPERADOR
Los rusos –escribe el Evening News- se han mostrado siempre muy aficionados a los trucos, ilusiones, juegos de agilidad, ventriloquia y otras misteriosas habilidades. Pinetti visitó San Petesburgo bajo el reinado de Pablo I. la reputación le había precedido nacía mucho tiempo a su llegada a la cantal de Rusia. El Zar mismo tuvo curiosidad de ser testigo de hechos que le habían sido contados por muchos cortesanos que habían visto a Pinetti.
Un día el mago fue avisado de que le habían concedido el honor de dar una representación en la Corte, para la cual debía presentarse a las siete de la noche.
Una brillante y numerosa concurrencia de damas y caballeros presididos por el Zar se encontraban reunidos en el salón escogido para esa velada recreativa, pero el prestidigitador no se presentaba.
Sorprendido y contrariado, el Zar miró su reloj, que marcaba las siete horas cinco minutos. Pinetti no era solamente culpable del retraso, sino que obligaba a la corte a esperarlo. Pasó un cuarto de hora, media hora, y Pinetti no aparecía.
Al fin, después de casi una hora, la puerta del salón se abre y el primer ayuda de cámara anuncia a Pinetti, que se presenta con la calma y la serenidad de un hombre al que nada se le tiene que reprochar. Sin embargo, el Zar está más que nervioso; pero Pinetti, muy extrañado, preguntó con la mayor tranquilidad:
-¿No me mandó Vuestra Majestad que estuviera preparado a las siete en punto?
-¡Justamente! –exclamó el Zar exasprerado.
-Pesfectamente –dijo entonces Pinetti-. Ruego a Vuestra Majestad se digne mirar su reloj y verá que he sido puntual, puesto que son exactamente las siete.
El Zar, sacando bruscamente su reloj para rechazar lo que consideraba como la última insolencia, quedó estupefacto y anonadado. El reloj indicaba exactamente las siete. Miró el reloj de péndulo de salón, consultado veinte veces durante la espera: el reloj marcaba y tocaba las siete. Los cortesanos sacaron sus relojes y todos marcaban las siete, así como todos los relojes de Palacio.
El arte del mago acababa de manifestarse de pronto por ese extraño retroceso sobre la marcha del tiempo. A la cólera sucede la admiración.
Viendo que el Zar sonríe, Pinetti se dirige a él y le dice:
-Ruego a Vuestra Majestad que se digne perdonarme, pues con este juego he deseado hacer mi primera aparición ante Vos, mas yo sé cuánto se aprecia la verdad en la Corte y es vuestro reloj el que tiene el deber de decíroslo. Si tenéis a bien en consultarlo otra vez enseguida veréis que marca la hora real.
El Zar , una vez más, saca su reloj y comprueba que marca las ocho y unos minutos. La misma rectificación se verifica en todos los relojes de Palacio. Esta hazaña fue seguida de otras, tan divertidas como sorprendentes.
Este artículo ha sido traducido a diversos idiomas. No sabemos si es verdad o leyenda, pero es bello saber que un mago, ha realizado, después de su muerte, un maravilloso juego donde la verdad y la fantasía se unen para dar paso al misterio.
Un día el mago fue avisado de que le habían concedido el honor de dar una representación en la Corte, para la cual debía presentarse a las siete de la noche.
Una brillante y numerosa concurrencia de damas y caballeros presididos por el Zar se encontraban reunidos en el salón escogido para esa velada recreativa, pero el prestidigitador no se presentaba.
Sorprendido y contrariado, el Zar miró su reloj, que marcaba las siete horas cinco minutos. Pinetti no era solamente culpable del retraso, sino que obligaba a la corte a esperarlo. Pasó un cuarto de hora, media hora, y Pinetti no aparecía.
Al fin, después de casi una hora, la puerta del salón se abre y el primer ayuda de cámara anuncia a Pinetti, que se presenta con la calma y la serenidad de un hombre al que nada se le tiene que reprochar. Sin embargo, el Zar está más que nervioso; pero Pinetti, muy extrañado, preguntó con la mayor tranquilidad:
-¿No me mandó Vuestra Majestad que estuviera preparado a las siete en punto?
-¡Justamente! –exclamó el Zar exasprerado.
-Pesfectamente –dijo entonces Pinetti-. Ruego a Vuestra Majestad se digne mirar su reloj y verá que he sido puntual, puesto que son exactamente las siete.
El Zar, sacando bruscamente su reloj para rechazar lo que consideraba como la última insolencia, quedó estupefacto y anonadado. El reloj indicaba exactamente las siete. Miró el reloj de péndulo de salón, consultado veinte veces durante la espera: el reloj marcaba y tocaba las siete. Los cortesanos sacaron sus relojes y todos marcaban las siete, así como todos los relojes de Palacio.
El arte del mago acababa de manifestarse de pronto por ese extraño retroceso sobre la marcha del tiempo. A la cólera sucede la admiración.
Viendo que el Zar sonríe, Pinetti se dirige a él y le dice:
-Ruego a Vuestra Majestad que se digne perdonarme, pues con este juego he deseado hacer mi primera aparición ante Vos, mas yo sé cuánto se aprecia la verdad en la Corte y es vuestro reloj el que tiene el deber de decíroslo. Si tenéis a bien en consultarlo otra vez enseguida veréis que marca la hora real.
El Zar , una vez más, saca su reloj y comprueba que marca las ocho y unos minutos. La misma rectificación se verifica en todos los relojes de Palacio. Esta hazaña fue seguida de otras, tan divertidas como sorprendentes.
Este artículo ha sido traducido a diversos idiomas. No sabemos si es verdad o leyenda, pero es bello saber que un mago, ha realizado, después de su muerte, un maravilloso juego donde la verdad y la fantasía se unen para dar paso al misterio.