viernes, 18 de abril de 2008
PARTAGAS EN LA BARBERIA
En la calle Princesa, número 11, en una de las zonas más añejas de la ciudad de Barcelona, se encuentra “El Rey de la Magia”, un local de fachada rojo intenso pero quemado por los años, donde un enigmático fakir pintado a mano nos mira con ojos desteñidos, mientras pollos de goma, libros polvorientos, varitas mágicas y narices rojas de distintos tipos y tallas parecen olfatearnos tras el cristal. Se trata de la tienda de magia más antigua de Europa, fundada en 1881 por Joaquín Partagás, quien probablemente sea el mago más relevante que nos haya dado el pueblo catalán.Aparte de pararse tras un mostrador a vender trucos, Partagás tenía una reputación muy bien ganada como ilusionista y prestidigitador. Entre 1894 y 1900 fundó en Barcelona el único teatro dedicado a la magia que se haya conocido en españa, a la manera del teatro de Robert Houdin en París. Una instalación totalmente acondicionada para la magia, con suficientes cortinas, trampas y dobles fondos como para desaparecer de una liebre a un elefante, donde presentó sus grandes trucos. Partagás era un maestro de la ilusión.Pero no sólo usaba Partagás sus poderes para maravillar al público. También se valía de ellos cuando decidía amargarle el día a su barbero. Partagás llegaba a la barbería, se quitaba el paltó, tomaba asiento en la silla y echándose hacia atrás dejaba que le colocasen abundante espuma de afeitar. El barbero con su navaja eliminaba la barba del mago hasta dejar la piel del rostro perfectamente limpia como en las propagandas, y tras voltear un minuto para enjuagar la cuchilla no daba crédito a sus ojos: allí estaba Partagás, sentado como antes, con una nueva barba que acababa de salirle por arte de magia.
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