miércoles, 10 de diciembre de 2008

HOUDINI Y CONAN DOYLE


Sir Arthur Conan Doyle, el creador del célebre Sherlock Holmes, era un convencido creyente en el espiritismo. A la hora de estudiar los llamados fenómenos psíquicos se olvidaba de la lógica aplastante de su personaje. Estaba dispuesto de antemano a creer en las levitaciones de mesas, en la aparición de rostros, en la materialización de manos, en la ejecución de trozos con diversos instrumentos sin contacto humano alguno y en cuantas experiencias le brindaran los pretendidos médiums.
Por aquel entonces Harry Houdini ofrecía mil dólares a aquel que pudiera producir un fenómeno que él no pudiera repetir utilizando exclusivamente medios materiales. Es decir, el ingenio.
Nunca hubo que desembolsar aquella suma. Uno tras otro, los falsos médiums eran desenmascarados por el mago, que hacía lo mismo que ellos, pero advirtiendo que sus efectos no procedían de intervención sobrenatural alguna, ni de ningún poder psíquico superior.
Ante estas pruebas determinantes, Doyle respondía que admiraba la habilidad excepcional de Houdini para imitar y simular, mediante trucos, manifestaciones que en los sujetos psíquicamente dotados eran ciertas.
Entre tanto Houdini había elevado la suma de su desafío a 5.000 dólares, que se unían a otros 2.000 que ofrecía una revista científica. Houdini i Conan Doyle coincidieron en el Comité que tenía que juzgar los supuestos milagros. Invariablemente el mago reproducía las supercherías.
Pero en cierta ocasión, encontrándose lejos, recibió la noticia de que el Comité había decidido otorgar el premio a un tal Pecoraro, al que habían atado con veinte metros de cuerda y encerrado en una cabina, donde se escuchó el sonido de instrumentos musicales y los objetos cambiaban de lugar. Sir Arthur era el principal valedor de Pecoraro, quien al final de la sesión permanecía sólidamente atado.
Houdini regresó de inmediato. No se molestó demasiado en explicar cómo un hombre puede desembarazarse de una gruesa cuerda. Exigió que se repitiera la experiencia. Esta vez ató a Pecoraro con unos pedazos de hilo de pescar. Y sorprendentemente los espíritus no se habían materializado debido a la interferencia de un incrédulo: Harry Houdini. Ni por un momento aceptó la explicación, que por elemental hubiera maravillado al doctor Watson: la eficacia de un sedal de pescador.

martes, 9 de diciembre de 2008

MORROCCO "EL CABALLO PARLANTE"


Conocido como el "caballo parlante" Morrocco trabajaba con Banks, famoso mago británico, haciendo durante años las delicias de niños y mayores.

Efectivamente, Morrocco era capaz de decir, moviendo su pata, el resulto de una operación aritmética propuesta por el público y, según se cuenta, era tan listo que cuando cierta vez su dueño, el británico Banks, estaba a punto de ser condenado por una autoridad eclesiástica, "Morrocco" se adelantó y se colocó de rodillas frente al juez como implorando perdón. Lo consiguió.

viernes, 5 de diciembre de 2008

POWELL (VENTRILOCUO) Y LA MOSCA PARLANTE


Powell, el célebre ventrílocuo, tras una agotadora gira por Europa, se embarcó en El Havre con destino a Nueva York. Al otro lado del Atlántico le esperaban un montón de contratos, de modo que decidió tomarse la travesía como unas vacaciones.
Tuvo buen cuidado en evitar que nadie supiera su verdadera profesión para no tener que entretener los ocios de los demás viajeros con sus habilidades. Y desde luego, guardó las maletas que encerraban a sus célebres muñecos en el fondo del armario de su camarote.
Una noche, deambulando despreocupadamente por cubierta, contempló un cartel que anunciaba la actuación de un ventrílocuo, precisamente en una de las salas de fiesta del trasatlántico. No conocía a su colega y le picó la curiosidad. Reservó una mesa junto a la pista y regresó a su camarote para cambiar la ropa de sport por un elegante smoking.
Una hora después se hallaba dispuesto a gozar del esctáculo, mientras saboreaba un combinado. Le sorprendió la juventud del que actuaba.
Creía recordar que se llamaba Jenkins. A pesar de sus pocos años, se movía en el escenario con seguridad y aplomo. Hasta que una mosca empezó a importunarle.
Era una mosca realmente pesada. Volaba alrededor del ventrílocuo y se posaba una y otra vez en su rostro. Powell se dio cuenta de que aquel insecto molesto estaba poniendo nervioso al muchacho y desconcentrándole. El diálogo con su muñeco era cada vez menos chispeante y fluido. Y se podían apreciar los efectos en el público, pues las carcajadas iniciales se tornaron en risas corteses, hasta terminar convirtiéndose en un silencio espeso y frío.
Entonces Powell decidió utilizar sus habilidades, proyectó su segunda voz y la mosca comenzó a hablar. El público volvió a divertirse de lo lindo. Una salva de aplausos acompañaba las entrecortadas réplicas del ventrílocuo en escena. Powell contemplaba sus ojos atónitos, maravillados, despavoridos. Su actitud reforzaba la hilaridad del público, que creía asistir a una representación magistral.
¡Que bien finge! Comentaban unos a los otros.
¡ Y además no mueve los labios!
Pero aquel muchacho estaba a punto de marearse, sin poder explicarse por qué aquella mosca no paraba de hablar.

jueves, 4 de diciembre de 2008

miércoles, 3 de diciembre de 2008

ROBERTSON - LA MAGIA DE LAS SOMBRAS


Robertson fue matemático y físico, periodista y político, poeta y cantante, aeronauta e inventor del paracaídas. Este último invento acabó arrinconándolo, pues como aún no se había inventado los aviones carecía de interés práctico.
Prefirió emplear su ingeniosa inteligencia en investigaciones sobre el microscopio solar. Vivía es esa época en París, en una mansión de la calle Provence, un inmueble perfectamente orientado que decidió convertir en un gigantesco microscopio para el estudio del sol.
Los muebles le sobraban. Y, sin embargo, le faltaban espejos. Hizo instalar unos cuantos cristales venecianos para apoderarse y dirigir los rayos solares. Pero faltaban los rayos solares. Si abría las puertas y ventanas una invasión de sol inundaba las estancias. Era preciso crear un conducto que regulara la penetración del sol. De modo que practicó un agujero en cada una de las puertas de la casa. Un fino rayo de sol, guiado por los espejos, atravesaba las habitaciones oscuras.
Es curioso que quien pretendía dominar el sol acabara descubriendo el dominio de las sombras, pero fue así. Uno de aquellos días la mano de su hermano se interpuso entre el rayo solar y la pared y se proyectó, gigantesca, sobre los muros.
A partir de entonces se entregó al estudio de las sombras chinescas y de las proyecciones luminosas. Estaba convencido de que había descubierto la linterna mágica. Sin embargo tuvo noticias de que el jesuíta Kirtcher había ideado un aparato de estas características con varios siglos de antelación.
Entonces se aplicó a mejorar el artilugio. Pretendía que las imágenes proyectadas por la linterna crecieran de tamaño. El resultado fue el fantascopio, que convirtió las reducidas representaciones de la linterna en un espectáculo de masas.
Pero lo que constituyó una autentica novedad fue el sistema de proyección que empleó. El aparato era el mismo, aunque mejorado. Pero el resultado, a los ojos de los espectadores, totalmente distinto.
Hasta entonces le había salido todo al revés. En este caso también. Pero por una vez ésta fue la razón de su éxito. En lugar de situar el aparato tras los espectadores, lo colocó tras la pantalla. El resultado fueron las sombras solitarias, enigmáticas , incomprensibles.
Nadie sabía cómo lo hacía y muchos pensaban que un desconocido poder conjuraba desde ultratumba a las figuras de sus fantasmagorías. Al final acabó prescindiendo de la pantalla y proyectó sobre densas columnas de humo, de modo que las sombras se convirtieron en espectros.
Gracias a él la linterna mágica dejó de ser científica para ser mágica de verdad.

lunes, 1 de diciembre de 2008