martes, 31 de marzo de 2009

LEOPOLD DÖBLER



Comparado al americano Philadelphia y al italiano Pinetti, el gran mago austríaco de principios del siglo XIX, Luis Leopoldo Döbler, gozó siempre de una vida dichosa y muy fácil. El amor del público rodeó siempre a este hombre gracioso. Viena, en época en que era la ciudad más vibrante de Europa, estaba a sus pies cuando era todavía joven, elegante y, sobre todo, muy cortés.
Sus gestos en la escena eran tan refinados como sus exhibiciones, en las que demostraba una gran seguridad. Los colores y la forma de sus aparatos daban a su espectáculo una clase excepcional.
Para presentar su número llevaba vestidos de velos negros muy elegante y un calzón ajustado, medias de seda y calzado de charol. Con esta presentación se convirtió para los vieneses – y sobre todo para las vienesas – en la imagen misma de la seducción. En seguida salieron a la luz las corbatas Döbler, pastelillos Döbler, tabaco Döbler...
Actualmente una calle de Viena. La Döbler-Gasse, lleva su nombre.
En el teatro, el público se preparaba para aplaudirle. El telón se levantaba y se veía en el escenario una multitud de velas apagadas. Döbler aparecía con su simpatía acostumbrada y de un solo tiro de pistola encendía todas las velas...
Sin embargo, su juego más célebre era el que daba fin a la sesión. Sin duda, hoy no nos sorprendería lo más mínimo. Pero apareció entonces como un homenaje dedicado al bello sexo. Éste se llamó “El cuerno de la abundancia o el don de Flora”. Döbler exhibía un sombrero de copa que aparecía vacío. De repente – y como por encanto -, el sombrero se llenaba por completo de pequeños ramos de violetas que el amable mago distribuía entre las damas, dirigiéndoles finos cumplidos. Con este final que perfumaba la sala ya no faltaba nada más para entusiasmar a los espectadores. Y la sesión terminaba con un triunfo completo.
En 1841, Döbler se presentó en el St. James Theatre de Londres. Obtuvo tanto éxito, que fue llamado al castillo de Windsor, donde ejecutó su número ante la reina Victoria, la cual no quedó menos encantada que las demás mujeres.
Goethe, que interesó mucho por la magia, invitó a Döbler a Weimar en 1831, para que instruyera a su sobrino en este arte insólito.
El gran poeta, a la edad de ochenta años, se divertía sin reservas con las fantasmagorías de su invitado. Él mismo escribió este cumplido en el Álbum de Döbler:
“Sería necesario un diploma sellado.
¡Tú nos has hecho ver lo imposible”

Döbler, (que nació el 5 de octubre de 1801, en Viena) reunió una fortuna muy considerable con sus giras, y hasta pudo retirarse de la escena a la edad de cuarenta y siete años; murió el 17 de abril de 1860, en su hermosa propiedad de Austria Baja.
En Austria aún se pueden encontrar sellos de Leopold Döbler.