martes, 12 de mayo de 2009

UNA HISTORIA DE MENTALISMO

Atención: piense un número de dos cifras entre el 1 y el 50, pero ambas cifras tienen que ser impares y distintas. Dice el poeta Juan Gelman: arden los pájaros helados, y es eso el ilusionismo, un arder de pájaros helados. Probablemente el número que ha pensado sea el 37. La magia no es sino un nombre más de la poesía, esto lo escribió el poeta Joan Brossa con un mazo de naipes sobre el pupitre. Los poetas escriben sobre pupitres, y los novelistas a golpe de ordenador. Los poetas componen en pie, y los novelistas sentados, o acostados; así lo dijo un prosista que quiso ser poeta y no pudo, o no supo, o que al final consideró que no le merecía la pena. En el ilusionismo, el mentalista es el prosista, es el que escribe la prosa de la magia. El mentalista no para de escribir en toda su carrera, sin desvelar cómo lo hace. Un mentalista abre un sobre y dentro aparece un papel con el nombre de un espectador escrito. El mentalista tiene que escribir todos sus trucos en secreto. Un mentalista es un escritor furtivo. Se cuenta que la mentalista y médium Dis Debar era capaz de escribir al mismo tiempo dos textos diferentes con las dos manos, y que una vez pintó un cuadro con los pies, éstos ocultos bajo una mesa. Y una leyenda que corre entre los ilusionistas atribuye a un tal Carl Franks la capacidad de escribir con los dedos del pie dentro del zapato. El mentalismo viene de ese mundo antiguo y lírico de las barracas de feria. Un mentalista es un poco el sonámbulo del gabinete del doctor Caligari, y de esa manera tiene también algo de hipnotizado y de hipnotizador. A un mentalista le vendan los ojos y adivina los objetos que le están mostrando. A un mentalista le disparan con un revólver y detiene la bala entre los dientes. Se dice que el gran, el turbulento Annemann utilizó ese truco para poner fin a su vida cuando apenas contaba 35 años, en 1942. Fue Annemann quien vaticinó que, en el futuro, el mentalismo lo iba a realizar la televisión.
Anthony Blake es un mentalista que se dio a conocer en televisión y que ha tomado su nombre directamente de la televisión. Anthony Blake ha traído al teatro Novedades un espectáculo inspirado en la conspiración y en redes clandestinas que atentan contra nuestra intimidad. "Mi fuente de inspiración son las leyendas urbanas", me cuenta ante un café, con sus ojeras hinchadas y su pelo blanco y otra vez sus ojos abultados de hombre que ha visto mucho con los ojos vendados. Anthony Blake tuvo un día ese gesto de audacia de los grandes magos, y desafió al azar y anunció públicamente que iba a acertar el número del gordo de Navidad. Es tan hermoso que parece prosa, dijo una vez Baudelaire. A Anthony Blake se le acusó entonces de valerse de enanos y de trucos; pero un mentalista no es sino sus trucos, como un poeta no es más que el puñado de metáforas a las que se debe. En Anthony Blake pervive la voluntad de reto y de exhibicionismo de aquellos ilusionistas de tiempos de Houdini, e insinúa que ahora tiene planeado detener con la mente un mecanismo delante de todo el mundo, quizá el mecanismo por excelencia.
Anthony Blake se llama como el protagonista de la serie de televisión El mago, interpretado por Bill Bixby, que hacía de prestidigitador detective. "La veía de adolescente, en un bar, en Oviedo. Mis padres no me dejaban verla en casa, pero no me perdí un episodio". Anthony Blake se puso este nombre cuando se dedicó a la magia porque era hijo de un conocido militar de la ciudad que no consentía una vocación con el paso cambiado hacia la farándula. Pero antes de la televisión, hay en Anthony Blake más televisión, y así evoca en la cafetería la serie Las manos mágicas, donde dos guantes blancos hacían pequeños trucos de manos y se despedían dibujando el aleteo de una paloma. Y más atrás, al principio de su magia está la caja de Magia Borrás: "Me la regalaron a los siete años. Entonces mi truco preferido era el del viaje de la pelota, con esa pelota de espuma que desaparece de una caja de plástico transparente...". La biografía de Anthony Blake pasa asimismo por la impresión que le produjo Uri Geller cuando dobló aquellas cucharillas apenas con el roce de los dedos, en el programa de Íñigo. "En mi casa se arregló el Minipimer", evoca, y se olvida de que él también es un mago y quiere encontrarle una explicación lógica al suceso. En Anthony Blake existe un hombre formado emocionalmente en la cultura popular que ha ido a elegir uno de los oficios más extraordinarios de la cultura popular. "Me decidió a dedicarme al mentalismo el personaje de Mister Memory, el hipnotizador de los 39 escalones de Hitchcock".
Anthony Blake es hoy un mentalista famoso, como antaño lo habían sido el profesor Max y su archirrival el profesor Alba, que estuvo casado con la médium Tivolina y que fue capaz de convencer a su familia de que tenía poderes extraordinarios, y como también lo fue el colosal hipnotizador Fassman, con su impresionante cara de malo, que no quiso dar el salto de los teatros a los clubes cuando los tiempos se lo exigieron (y por eso se dedicó al esoterismo), y como también lo había sido el magnífico Onofroff, que el 29 de noviembre de 1920 conmovió al joven Salvador Dalí en Figueres.