En el siglo XVII aparece un ingenioso aparato precursor del cinematógrafo que es objeto de curiosidad e investigación por diferentes científicos. Ya avanzado el siglo XVIII, la Linterna Mágica comienza a viajar de la mano de los feriantes que muy pronto intuyeron el potencial de este invento. A partir de 1800 este tipo de exhibiciones comienzan a ser más frecuentes y, en ocasiones, demasiado impactantes para un público completamente inocente respecto a este tipo de entretenimiento. Estos espectáculos eran una combinación de las imágenes proyectadas por la Linterna Mágica, narraciones didácticas sobre temas de interés relativos a las artes, la ciencia o narraciones populares y, en ocasiones, música en vivo. Una mención especial se merecen las Fantasmagorías del belga Robertson, un espectáculo de linterna que simulaba la aparición de fantasmas, espíritus o monstruos para aterrorizar al espectador. Hacia 1895, justo cuando se gestaba el nacimiento del cinematógrafo, se estima que habría 50.000 shows diferentes de Linterna Mágica solamente en Estados Unidos. Durante 250 años la Linterna Mágica fue el espectáculo visual por excelencia y su versatilidad ya presagiaba el gran poder comunicativo que tienen las imágenes: de hecho, las iglesias y las escuelas fueron de los primeros en utilizar el mágico e inocente invento.Georges Melies, pionero del cine e inspirador de mi afición por esta mezcla de emociones que son el cine y el circo realizó en 1903 una curiosa película titulada precisamente La Linterna Mágica. En ese mismo momento, este longevo artilugio de luces y sombras comenzaba a ser pieza de museo.
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